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Brady |
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Editorial publicado en la Revista Telemundo el 20 de febrero 2017 |
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Por José Antonio Fernández Fernández
El nombre Tom Brady significa hoy poder de concentración y máxima disciplina. Es sinónimo de levantarse cuando ya las apuestas abandonan al favorito. Brady llevó a su equipo, los Patriotas de Nueva Inglaterra, a ganar el Súper Bowl 51 y lo consiguió cuando ya el dueño de los Halcones de Atlanta, el equipo rival, se había bajado a la cancha en el medio tiempo del partido porque sintió que era momento de iniciar el festejo de la victoria. Se adelantó demasiado. Pensó que las manecillas del reloj se habían detenido.
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Sin embargo, Brady sabe que las manecillas del reloj en los deportes se detienen hasta el silbatazo final, nunca se dio por derrotado. Cuando iba perdiendo, lo que sucedió casi todo el partido, sabía que el mundo se le venía encima, que los más crueles activistas de redes sociales y los reporteros más rudos le harían de inmediato esa pregunta que no quiere aún escuchar: “¿y entonces, ahora sí te retiras, Brady?”
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Pero Tom Brady no se quiere retirar, si está en el terreno de juego, lo que quiere es jugar. Y cuando se le ve esperando para entrar al campo, entonces estudia o práctica sus lanzamientos. Está en el partido todo el tiempo, máxima concentración. O sea, Brady está siempre en donde tiene que estar, no en otro lado.
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La concentración de Brady es sorprendente, como lo es también la del piloto en el momento que maniobra para aterrizar su avión o el bombero en el instante que toma de la mano al damnificado de un edificio en llamas para lograr su rescate.
La concentración no actúa en soledad, aunque parece que lo hace. En realidad, alguien se puede concentrar conforme va logrando conectarse con eso que está haciendo o quiere hacer, para lo que se necesita comprender, practicar, estudiar y elevar el nivel de conocimiento. Por ejemplo: si alguien no conoce las reglas de un partido de futbol americano, es prácticamente imposible que se concentre en el encuentro. Pero si esa misma persona va entendiendo las reglas y sigue por televisión algunos partidos, entonces tendrá posibilidades de entrar en momentos de concentración que incluso pueden sorprenderle. Y si su nivel de conocimiento se eleva más, podrá conversar y hasta discutir con otras personas a las que también les gusta el fut americano. Y cuando alguien discute o polemiza, entra en un momento de concentración muy, muy alto. Se da un aprendizaje todavía mayor. Sucede así porque esa persona comprende a cabalidad de lo que está hablando y en el mejor de los casos también entiende (o al menos intenta entender) la opinión del otro.
Entrar en un momento de alta concentración es lo que lleva a que nuestra energía se multiplique en cuestión de segundos. Y quien se desconcentra, se desconecta, y entonces ya no entiende la película, ya no comprende la discusión, deja de estar en tiempo presente, su mente vuela y su poder de energía baja, tanto que si está en un campo de fut americano puede perder un partido que ya tenía ganado. Existe la desconcentración colectiva, que lleva a la catástrofe a países. Se da como si fuera un acto hipnótico peliculesco.
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La concentración permite aprender, sublimar la sabiduría. Cuando los tiempos soplan a favor lo conveniente es concentrarse, y cuando se vuelven en contra, lo conveniente también es concentrarse. Se la pasa mejor quien se concentra, pero para concentrarse hay que estudiar, entender, volver a estudiar, conversar, entrar en polémicas, estudiar de nuevo, practicar, comprender que el conocimiento es vital y saber también que el futuro nadie lo sabe, que se construye en cada instante. Con vientos a favor o huracanes en contra, la concentración es vital
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